jueves, 14 de octubre de 2010

No diga 'Homosexual', diga 'Gay'... No. Mejor no diga nada.

El término homosexual está mal empleado como sustantivo. Decir ''Soy homosexual'', siendo estrictos, tan solo quiere decir ''soy del mismo sexo''. ¿Pero del mismo sexo de quién? Adquiere un significado cuando se pone como adjetivo en, por ejemplo, ''un matrimonio homosexual'', es decir entre personas del mismo sexo. La cosa no mejora con ''soy heterosexual''. ¿O sea que es de otro sexo? ¿Un transformista quizás?

Aparentemente, la cuestión se resolvió usando los términos ''Gay'' y ''Lesbiana''; aunque la distinción parezca y se piense como redundante, la realidad es que la palabra Gay nació como calificativo para hombres, ya que describía un rasgo particular de un grupo social, al igual que la palabra lesbiana tiene una historia de fondo que la vincula exclusivamente al género femenino (ya saben por aquello de Safo de Lesbos). Por la misma razón que no se admite el término ''lesbiano'', la expresión ''mujer gay'', creo, debería ser considerada incorrecta. Ya que está valorando lo 'gay' simplemente a partir de lo sexual - considerar que si el hombre que gusta de los hombres, es gay, la mujer que gusta de las mujeres, también lo es - ignorando la connotación positiva que el término tenía, sobre ciertos hombres, de fiesta y alegría. No es mi interés entrar en controversias acerca de estereotipos, pero hasta donde yo sé, las lesbianas no son precisamente famosas por estas cualidades. Además por otra parte, y para ser justos, recordemos que el término 'Lesbiana' también tiene un carácter positivo - en otro sentido - ya que está asociado a la producción artística de una poetiza, amante de las mujeres, de la antigüedad.

Ambas 'comunidades' encuentran comodidad en estos apelativos ya que comportan cierta dignidad, y están alejados de las instancias clínicas a las que remite 'homosexual', que además, como ya vimos, es etimológicamente errado. ¿Pero basta con esto? ¿Son justas las cosas de esta manera? La razón por la que las personas prefieren ir en la dirección de estas definiciones más complejas es porque no quieren que se reduzca su condición a un mero acto carnal. ¿Pero no es esto de lo que se trata?

Supuestamente, no. Y un gay no es simplemente alguien como yo pero que quiere revolcarse con un hombre en vez de con una mujer. Se sostiene que se encuentra separado por toda una serie de ritualismos, de sensibilidades, una cosmogonía, que comparte con los demás de su tipo, pero no conmigo. Esto me crea muchas dudas. ¿Acaso existe una cultura heterosexual? Ya sabemos que no, y esto, podría argumentarse, es debido a que somos la mayoría. Sin embargo la población de hombres y mujeres que sienten atracción romántica y/o sexual por los de su mismo género es también lo suficientemente grande para hacerme desconfiar de que compartan tantísimos rasgos, como para constituir una misma cultura.

A mi juicio, la mayor y verdadera característica que los ha unido es de la lucha por sus derechos - ya saben cuáles. Y ha sido esta condición de requerir reivindicación la que ha pedido actuar bajo un nombre, mediante el cual sea fácil reconocerlos y entender sus reclamaciones. Uno que tenga poder legitimador. Y en este sentido, figurar como un grupo cultural fuerte resulta más efectivo que hablar en nombre de un montón de gente muy diferente con un elemento común: la preferencia sexual.
Porque si es verdad que la identidad Gay va tanto más allá del acto físico, cometeré la ingenuidad de preguntar: ¿entonces puedo ser gay aunque no sienta deseo carnal por los hombres? ¿De qué se trata entonces ser gay? ¿De actuar delicadamente, ser fanático de la moda y reaccionar efusivamente a todo lo que pasa?

¿Y dónde quedan los ''bisexuales''? Otro error de lenguaje —¿Acaso son hermafroditas?—. Para ellos no tenemos un término cool y políticamente correcto, y me consta que muchos optan por calificarse como gays o lesbianas, pese a mantener relaciones con personas del sexo opuesto con alguna regularidad. ¿Crearemos una cultura para ellos o ya existe? ¿Qué tan sólida es?
Me parece que el entorno de intolerancia es el que hace necesarias estas distinciones, estos nombres que no llegan a convencer y que obligan a justificar las apetencias sexuales a partir de una serie de supuestos que marcan la pertenencia a un grupo. En una sociedad más libre, no habría necesidad de ponerle nombre a lo que hacemos con nuestros cuerpos. Seríamos simplemente personas con gustos y elecciones, que algunas veces coincidirían y otras no.

Creo que mientras las cosas se resuelven, algunos necesitarán seguir apelando a esta terminología para hacerse la vida más fácil. Pero en mi ideal, ninguno de estos nombres sería válido —por una u otra razón resultan imprecisos—, y hablaríamos simplemente de mujeres que gustan tener sexo con mujeres, hombres que gustan tener sexo con hombres, y así por el estilo. Y de esa manera, nos libraríamos de tener que asociarles otras características que puede que nada tengan qué ver.