martes, 14 de diciembre de 2010

¿El fútbol me hizo estúpido?

He tenido que escuchar y leer en los últimos años, provenientes de sectores pretendidamente intelectuales, acusaciones hacia el fútbol que lo tachan de espectáculo absurdo y degradante que, supuestamente, solo embrutece más al pueblo. Juicios categóricos que intentan, sin dejar lugar a matices, relacionar al fútbol siempre con la pobreza, la patanería y la 'incultura', o sí mucho con la 'cultura popular', que para ellos, claro, es basura.


Existe, también hay qué decirlo, otro movimiento —impulsado por otros intelectuales y 'gente bien' —que intenta darle a este deporte un valor trascendental, estético, místico y religioso. Que parece olvidarse de que al fin y al cabo el juego se ha convertido en un negocio, un espectáculo de masas, demasiado tecnificado e industrializado, lo cual, desde mi perspectiva, mata un poco la pasión.


El asunto es que ambas posiciones me parecen exageradas. Para mí el fútbol no es ni una manifestación horrible de lo más bajo y bruto del ser humano, ni tampoco algo con la suficiente fuerza como para darle sentido a mi existencia. Pero por mi historia personal y familiar con este deporte, debo ponerme, en el caso de una disputa, de parte del segundo grupo. El fútbol no hace bruto o ignorante a nadie, a pesar de que la mayoría de las declaraciones de los jugadores sean el abuso máximo del lugar común y la fórmula vacía, enemigas definitivas del ingenio, y que las secciones de deportes y los comentaristas de fútbol sean un chiste.


Consumo fútbol desde los 8 años y puedo demostrar las maneras como el fútbol me ha hecho más sabio, menos ignorante, y mejor persona. Me ha enseñado:


Razonamiento matemático: Por las complejas operaciones que hay que realizar para determinar las posibilidades de un equipo de clasificar a la segunda fase de un mundial, salir campeón o no descender en una liga.

Reconocimiento étnico: Fue gracias al fútbol que descubrí que los africanos eran negros, excepto los del norte que son arabes - y algunos blancos en Sudáfrica -, los del lejano oriente ojirasgados y los escandinavos rubios y muy altos.

Lenguas extranjeras: Gracias al álbum Panini del mundial, que es multilenguaje, aprendí las palabras básicas de los idiomas más importantes del mundo - jogo, gioco, spiel, game, jeu - y parte de la estructura gramatical. Igualmente que los apellidas georgianos suelen terminar en -adze, los noruegos en -sen, los rumanos en -escu, los búlgaron en -ov, y que muchos holandeses empiezan con Van-.

Geografía y Geopolítica: Gracias a mi interés por los partidos de las eliminatorias y las ligas de otros continentes, logré memorizar más fácil los nombres de todos los países del mundo, y localizar en ellos un gran número de ciudades. También pude reconocer a través del fútbol las tensiones políticas que hicieron que algunos países cambiaran de nombre, y que aparecieran nuevos: Yugoslavia, Serbia y Montenegro, y luego Serbia por un lado y Montenegro por el otro.

Historia: Gran parte de las anécdotas de la historia de este deporte están relacionadas con coyunturas políticas, sociales y económicas importantes. Aprendí por ejemplo del nazismo y del terremoto de Chile del 60.
+ Cultura General: Gracias a los patrocinios en la camiseta de los equipos y en las vallas de los estadios aprendí nombres de empresas, servicios y productos de todo el mundo.

Por otro lado, me ayudó a crear un vínculo muy especial con mi hermano, y con algunos amigos en la secundaria, con los cuales pese a hablar de fútbol todo el tiempo en el salón, sacábamos las mejores notas.

Son el entorno cultural y las inquietudes propias de cada persona las que dicen hasta que punto seguir un espectáculo deportivo puede ser enriquecedor o no. Si los valores en su casa son la violencia, y la brutalidad, y no existe interés en la lectura, la música, el medio ambiente, la espiritualidad, o lo que sea, lo más probable es que aproveche el evento deportivo para hacerle daño al prójimo, o dejarse hundir en el frenesí destructivo de la gloria o miseria baratas provocadas por el triunfo o la derrota de una empresa de fútbol. Perder todo su dinero en una apuesta de fútbol, suicidarse por la perdida de una final o matar al seguidor de otro equipo, son resultados extrínsecos a la esencia del juego. 

Entiéndase, el fútbol no tiene la culpa de que la vida de las personas sea vacía, superficial, poco creativa. Hay algo más fuerte que los lleva a ser así. Simplemente necesitan un entretenedor fácil para pasar sus días. Si no fuera el fútbol, sería otra cosa. El fútbol sí tiene una dimensión intelectual, artística* y hasta política (o si no creen, vean la historia de St. Pauli), solo que los prejuicios o el total desconocimiento pueden hacerla invisible.






Nota: Esta entrada fue revisada el día 20 de julio de 2013 para corregir algunos errores de estilo e incluir dos referentes que apoyen la última parte. Un argumento en favor del sentido político del fútbol, la historia del FC St. Pauli, y uno en favor del sentido artístico, la película Zidane: A 21st Century Portrait, musicalizada por Mogwaï, y que si bien no llega a ser una obra cinematográfica del todo entretenida o relevante, nos muestra el fútbol de una forma atípica.