jueves, 6 de enero de 2011

El mundo de los 140 caracteres - Parte 1

Mi primer fracaso en Twitter

Fue como a principios de 2009 cuando escuché hablar por primera vez de un nuevo y revolucionario servicio llamado Twitter. Fue en uno de esos blogs a los que uno llega al azar buscando información sobre cualquier cosa en una tarde sin mucho qué hacer, y lo que me pareció llamativo fue que lo presentaban como una plataforma de microblogging, del cual se decía que iba a ser un concepto que marcaría la parada. Bastante animado, accedí a la página de Twitter y vi que tenía un video que explicaba en qué consistía. Quedé pasmado ante el absurdo del concepto. ¿De verdad era real tanta carencia de todo? Pensé, «esto no puedo ser aquello de lo que todo el mundo esté hablando. Algo así no puede tener éxito; no va a tener éxito.»

Andaba en mi momento de hostilidad máxima hacia Facebook, totalmente decepcionado de los alcances que éste estaba teniendo, y el descubrimiento de Twitter me parecía la gota que derramaba el vaso de la estupidez digital. Justo cuando reclamaba y anhelaba mayor profundidad y seriedad en los contenidos de internet, me salían con la cosa más intrascendente posible. Vi a Twitter como un Facebook despojado de absolutamente todo, excepto de la opción de publicar estados, y, con un límite de caracteres bastante más drástico. No fotos, no videos, sólo texto, 140 caracteres, no vi cómo la gente podría encontrarlo atractivo. ¿Un sistema de comunicaciones para reportar qué pasa?, eso no tenía razón de ser.

Pasó el tiempo, y fui un enemigo de Twitter en silencio. No tenía cuenta, y como nada que se popularizaba por estos lados, no surgían las discusiones en las cuales pudiera lanzarme en su ofensa. No lo necesité hasta que Radiónica – la única emisora musical decente que se puede escuchar por radio normal en Colombia – empezó a realizar actividades por ahí. Así que de un momento a otro abrí una cuenta para participar por un premio. @luciddreamer, fui por unas semanas o unos pocos meses. No gané y me encontré totalmente perdido allí. No entendía la diferencia entre un tweet y un mensaje directo. Era como uno de esos usuarios inútiles de los que ustedes se burlan por ahí, siguiendo como a 10 referentes famosos y sin un seguidor, aunque yo no tenía un huevo como avatar y me había arriesgado a subir una foto personal. No conocía a nadie, absolutamente nadie, que usara Twitter, así que dejé las cosas allí. No volví a revisar mi cuenta hasta que descubrí que mi novia del momento tenía cuenta. Seguirla a ella y que ella me siguiera no mejoró las cosas. Para decirle algo, tenía otros medios. Si lo hacía por allí, era simplemente porque era divertida. En esa situación, no vi mucho sentido a la vaina y huí con el rabo entre las piernas.

No guardé rencor hacia Twitter. Y en el fondo quería volver, como si supiera que había algo qué hacer allí. Un día de esos andaba reflexionando sobre la posibilidad de hacerlo, cuando un amigo de last.fm – señor @callamand – me preguntó si tenía Twitter. Me decidí, y volví a hacerle…

No hay comentarios:

Publicar un comentario